viernes, 7 de octubre de 2022

Himno

"No me digas, hermano, no me digas que abandonas el áspero camino. Te has cansado muy pronto, peregrino, detrás quedan las líneas enemigas.

¿Se han herido tus pies en las ortigas?¿Se ha llagado tu cuerpo en el espino? Yo te daré la miel, el pan y el vino, para aliviar tus llagas y fatigas.

Ven conmigo y apóyate en mi brazo. No te avergüences, vamos, más, aprieta. ¿Caminamos? Tu paso es vacilante.

Marcharemos los dos en un abrazo. Fíjate bien cuán cerca está la meta. Poco a poco, sin prisas. 

¡ADELANTE! Amén."



jueves, 28 de octubre de 2021

¿Por qué mienten?

 




Por Julián Marías.

"«Reconozco que tengo una aguda sensibilidad para la mentira. La verdad me importa hasta tal grado, que la mentira me deprime y entristece. Por desgracia, su frecuencia es inquietante, y en personas individuales o grupos ha adquirido un carácter que se podría llamar "profesional": se puede contar con la mentira con la seguridad de que no falte.

La historia es objeto preferente de esa operación, lo que resulta fatigoso y encierra quizá los peligros más graves que nos amenazan. Todo lo que se haga para establecer –o restablecer– la verdad histórica me parece tan precioso como necesario. Pero, aunque existen, se cuentan con los dedos los que se entregan a fondo a esa urgente tarea.

La voluntad de mentir se concentra especialmente en la presentación del pasado cercano y del presente, sobre todo en sus dimensiones intelectuales, culturales en general. Casi todo el mundo considera necesario decir que España, durante cerca de medio siglo –o más– ha sido un desierto, y se ha acuñado la expresión "páramo cultural".

Hace veinte años escribí un largo artículo titulado "La vegetación del páramo" (recogido luego en mi libro "La devolución de España", 1977). En él consideraba la actividad cultural en España entre 1941, fecha en que se reanudó tras la guerra Civil, y 1955, en que murió Ortega. Era un recuento fragmentario, sin rebuscas ni propósito exhaustivo, de lo que se había hecho, en medio de grandes dificultades, en esos quince años. Resultaba una larguísima lista, impresionante, de "libros libres", fruto de vocaciones admirables; se veía la continuidad, no interrumpida, de los autores existentes antes del feroz corte de la guerra, y la aparición de promociones nuevas, de sorprendente fecundidad, y en la mayoría de los casos, capaces de innovación e independencia. La vegetación del páramo, concluía yo, es bastante frondosa.

Baroja decía con humor que los españoles discuten sobre cuestiones de hecho. Muchos hacen ahora algo mejor: ni siquiera discuten, sino que hacen caso omiso de los hechos. Al cabo de tantos años, casi nadie ha leído el artículo, ni siquiera en el libro, agotado hace mucho tiempo. Y el hecho es que, con raras excepciones, cada vez que se habla de lo que ha sido la realidad cultural de España después de la guerra civil, se acumulan las mentiras más evidentes, más contrarias a la irrefragable realidad.

Lo más curioso es que a veces las cometen los que dieron frondosidad a la vegetación del páramo, los que con su propia obra desmienten lo que dicen. Hay gran número de autores que surgieron precisamente en aquel tiempo, que florecieron y alcanzaron fama, que contribuyeron a que, a pesar de tantos pesares, España fuese habitable, esperanzadora, interesante, en muy alta proporción creadora. ¿Por qué lo hacen? Tengo una irrefrenable propensión a intentar entender. Hay que distinguir de edades o generaciones. Los jóvenes –y en esta categoría, para estos efectos, son los que no han llegado a los cincuenta años– mienten, diríamos, en nombre de otros. Su motivo principal es la ignorancia: no saben nada, aceptan pasivamente lo que les han dicho y lo repiten como cosa propia.

Hay un curioso grupo, formado por los que empezaron a actuar hacia 1956 –fecha muy significativa–. Tuvieron, ya desde entonces, la voluntad de dar por nulo todo lo que se había hecho antes –es decir, todo lo que se enumeraba en el artículo de que hablo–, para dar la impresión de que con ellos, y sólo con ellos, se iniciaba una resistencia a las presiones oficiales y un intento de independencia.

Finalmente, los decididamente mayores, los que vivieron y escribieron en ese ya lejano periodo, con frecuencia se pliegan a las presiones dominantes, temen ser acusados de complacencia con ellas si afirman y valoran lo que muchos hicieron precisamente para no aceptarlas, pagando por ello el precio necesario. Algunos tuvieron en efecto esa complacencia para buscar una vida más fácil, lo que al fin y al cabo es humano; otros no. Todos contribuyeron a que no se rompiera la continuidad de una cultura que data ya de un siglo largo –y me refiero a la que es "actual", no a la dilatadísima que constituye el patrimonio milenario de todos los que hablan español a ambos lados del Atlántico–.

En España, desde hace veinte años, han sucedido muchas cosas, buenas y malas, con evidente predominio de las buenas. Sobre todo, el incremento de la libertad, cuyos retrocesos no han sido tan profundos que hayan impedido su posible recuperación. Lo que sigue faltando, y me preocupa extraordinariamente, es el triunfo de la veracidad. La verdad fue, como en todas las guerras, la primera víctima en 1936. Una crisis previa de la veracidad fue la causa últimamente decisiva de la discordia que llevó a la guerra civil; se buscan las causas de su origen, y rarísima vez se piensa en esta.

La verdad fue evitada, perseguida durante los decenios siguientes, por el partidismo, la obsesiva politización de los que mantenían su versión interesada de las cosas y los que aspiraban a sustituirla por otra opuesta pero igualmente tendenciosa y deformadora.

Esto es comprensible, pero ¿lo es la perduración de tales actitudes cuando se ha cancelado lo que de siniestro ha tenido una larga época, cuando se puede decir la verdad? Es gravísimo que no se haga, que no se quiera usar la libertad para lo que debe ser su finalidad primaria.

No se abrirá de verdad el horizonte de España mientras no haya una decisión de establecer el imperio de la veracidad, la exclusión de la mentira. Esto, claro es, en todos los órdenes; me estoy refiriendo particularmente a la vida intelectual, porque es lo que conozco mejor y porque es algo "notorio", controlable, que consta y en buena media queda.

Creo que mentir descalifica al que lo hace, y debe tener la consecuencia inmediata de su desprestigio. Cuando alguien lo hace, los que lo saben deben tomar nota y obrar en consecuencia. Hay que tener en claro a quién se puede estimar, en quién se puede confiar. No es infrecuente el caso de quienes, en cierto momento de su vida, han cedido a las tentaciones dominantes y han renunciado a decir la verdad; ese día han perdido su condición de intelectuales y se han convertido en "militantes" de lo que sea. La proporción es variable según las edades y las regiones españolas, pero el peligro es muy amplio. Con diversos pretextos, hay gentes dedicadas a lo que llamo la "calumnia de España". Ningún pretexto me parece aceptable para ello; no sólo en nombre de España, sino, todavía antes, en nombre de la verdad.»"


sábado, 4 de enero de 2020

Promoción cultural en América. Siglo XVI

Por su interés histórico y porque creo que viene a colación por la bochornosa situación actual de indigencia intelectual de muchos de nuestros políticos y gobernantes y en defensa de la Hispanidad, paso a comentar y transcribir un texto perteneciente a una obra de Jean Dumont, un hispanista francés fallecido ya a finales del siglo pasado y que nos legó importantes estudios históricos bien documentados.  

En su libro "El amanecer de los derechos del hombre" el  autor pone en riguroso análisis la famosa Controversia de Valladolid por la que el mismo emperador Carlos V ordenó la suspensión de todas las conquistas en el Nuevo Mundo el 16 de abril de 1550, con el fin de dilucidar a través de un debate solicitado por el Consejo de Indias, a la sazón el gobierno español en América, la "manera cómo se hicieren estas conquistas, para que justamente y con seguridad de conciencia se hicieren".

Sobre la promoción cultural en América en pleno siglo XVI a la que alude nuestro autor, me place destacar, como estado de la cuestión, algunas de las condiciones creadas en el continente como consecuencia de un proyecto general, por otro lado ya planteado de alguna manera en sus inicios por la gran Isabel la Católica, y que pone de relieve el gran hispanista...

"Los franciscanos, sostenidos y financiados por el rey, habían abierto ya en 1536 el colegio superior de Santa Cruz de Tlatelolco, barrio de México, reservándolo a los indios. Allí aprendían los jóvenes indios latín, retórica, lógica y filosofía, música y medicina. No se olvidaba a las jóvenes indias. En una iniciativa de una modernidad entonces excepcional por comparación con Europa, los mismos franciscanos abrieron a partir de 1529 una serie de colegios para ellas en México, Texcoco, Otumba, Tepepulco, Huejotzingo, Tlaxcala, Cholula y Coyoacán. En cada convento, o pueblo-hospital en Michoacán, o parroquia india había una escuela, y a veces dos. La asistencia era considerable: hasta trescientos y mil alumnos, señala el cronista franciscano de la época, Motolinía. También había grandes escuelas técnicas tanto en México como en Michoacán y Quito. Y en 1551, el mismo año de la Controversia de Valladolid, se abrían dos universidades en pleno funcionamiento: una en México y otra en Lima, abiertas tanto a indios (con becas) como a españoles.
Este conjunto fue animado por los primeros grandes virreyes, entre ellos Antonio de Mendoza, que pasará en 1550 del virreinato de México al de Perú.
Generalmente grandes señores españoles, de una valía intelectual, de organización y moral excepcional, abiertos sin reservas a las demandas de los más humildes, según costumbre peninsular, eran a la vez gobernadores generales, comandantes en jefe, superintendentes de las finanzas y vicepatronos de la Iglesia. Por consiguiente reunían en sus manos todos los poderes como los reyes de los verdaderos reinos. Por lo que se refiere a México, Lesley Byrd Simpson, historiador americano contemporaneo, les juzga así: La capacidad media de los virreyes de México era tan alta que ningún país, en mi opinión, ha tenido mayor fortuna con sus gobernantes. Por lo que se refiere a Perú, Louis Baudin, historiador francés algo menos reciente y especialista en los incas, juzga de modo similar a los administradores españoles: Raras veces han sido regidos los destinos de un pueblo por tan grandes administradores como fueron el presidente La Gasca o el virrey Francisco de Toledo. En consecuencia, como escribe otro historiador americano de nuestros días, Philip Wayne Powell: España gobernó en américa durante más de tres siglos, sin soldados profesionales o fuerzas militares establecidas, excepto en algunas plazas [...] para repeler ataques extranjeros o protegerlas contra ataques indios [exteriores]. Durante este tiempo no hubo rebeliones que indicasen un sensible grado de descontento con el gobierno de la Corona.

Nadie discute esta indianidad y tranquilidad de gobierno de la América española ni la ausencia de descontento entre los indios. Incluso un historiador indigenista tan "avanzado" como el mexicano Gonzalo Aguirre Beltrán escribe que los indios protegidos en el refugio de sus comunidades corporadas, formaban la [inmensa] mayoría, dándose el caso de que la proporción de Indios destribalizados apenas pasaba del 10%; y que al llegar la independencia de los países americanos con respecto a España, a los indios sólo les preocupó conservar el status colonial que les permitía la continuidad cultural.





Referencias del autor:
Lesley Byrd Simpson, Many Mexicos, New York, 1941, principio del capítulo 6.
Louis Boudin, El imperio socialista de los Incas, Satiago de Chile, 1955, p. 337
Philip W Powell, Árbol de odio, MAdrid 1991, pp. 40-41
Gonzalo Aguirre Beltrán, "Los símbolos étnicos de la identidad nacional", Actas del XXXIX Congreso Internacional de Americanistas, Anuario indigenista, vol. XXX, Mexico, 1970, pp. 115 y 119


domingo, 29 de diciembre de 2019

Sin cortapisas

Pretender remediar un mal con otro mal y que parezca bueno... 
Parece que el diablo no nos va a marcar límites mientras le sigamos el juego.


viernes, 27 de diciembre de 2019

Mirada retrospectiva

La "analogía de proporcionalidad", viejo concepto que, como decía Gustavo Bueno, "tanta falta haría que la filosofía española volviera a recuperar"

"En 1933 y todavía 1934 nadie creía que fuera posible una centésima, ni una milésima parte de lo que sobrevendría al cabo de pocas semanas (…) Porque el nacionalsocialismo, con su técnica del engaño sin escrúpulos, se guardaba muy mucho de mostrar el radicalismo total de sus objetivos antes de haber curtido al mundo. De modo que utilizaban sus métodos con precaución; cada vez igual: una dosis y, luego, una pequeña pausa. Una píldora y, luego, un momento de espera para comprobar si no había sido demasiado fuerte o si la conciencia mundial soportaba la dosis. Y puesto que la conciencia europea -para vergüenza e ignominia de nuestra civilización- insistía con ahínco en su desinterés (…) las dosis fueron haciéndose cada vez más fuertes (…) Lo más genial de Hitler fue esa táctica suya de tantear el terreno poco a poco e ir aumentando cada vez más su presión sobre una Europa que, moral y militarmente, se debilitaba por momentos". - Stefan Zweig.

fuente: dolcacatalunya.com

domingo, 4 de agosto de 2019

Noticias del Mundo

Como curiosidad, me llegan mogollón de noticias de estos bichos, la conocida avispa asiática (porque Google es muy listo con eso del "machin lernin") y es que no son autoctonos de la península y se cepillan a las abejas y parece que lo joden todo. Bueno, pues llevan meses o años intentando eliminarlas con todo tipo de métodos y no hay forma. Ahí siguen la muy capullas. Me sorprende que luego los bichos que no queremos que desaparezcan como las abejas y otros, están siempre en peligro de extinción y no hay forma de recuperarlos del todo. Por supuesto, la razón del peligro de extinción siempre es la culpa del hombre o de la hombra, según se mire.

https://amp.lne.es/sucesos/2019/08/03/alarma-playa-aguilar-muros-nalon/2510950.html